Más que un proyecto para el hidrógeno verde

Todo el mundo ha oído hablar hoy en día del hidró­geno verde, así como de las intenciones que tienen las regiones y los estados europeos para el despliegue de las inversiones necesarias para que su producción a gran escala sea una realidad durante la próxima década. Eso representa, sin embargo, un reto ingente, dado que la producción de este vector energético requiere del alineamiento de cuatro factores clave: el despliegue de las energías renovables a gran escala, el desarrollo y la mejora de las tecno­logías de producción de hidrógeno verde y sus derivados, la construcción de infraestructuras eficientes para su aJmacenaje y transporte y la generación de un mercado maduro que haga que el hidrógeno verde pueda ser competitivo respecto de otras soluciones energéticas menos sostenibles y que no permiten la ruptura defini­tiva con la dependencia de combustibles fósiles de origen extracomunitario, que en el caso es­pañol supone un 75%, muy lejos de la autosufi­ciencia. 

Sobre la eterna pregunta de si el mercado está preparado para asumir un consumo de hidróge­no renovable a corto plazo, un claro ejemplo lo encontramos en la industria petroquímica de Tarragona, que consume alrededor de 80.000 toneladas anuales de hidrógeno de origen fósil para sus procesos de síntesis, un hecho que da una idea de la demanda real y las necesidades de este sector para hacer frente a la futura transición de las refinerías petroquímicas hacia las biorrefinerías de química verde y circular. 

Tras entrar en punto muerto desde hace tres años, el MidCat queda definitivamente enterrado, dado que se considera poco sostenible tanto a nivel ambiental como económico, y se pone sobre la mesa un proyecto "europeísta, solidario, verde y de futuro", según palabras de la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, que propone una conexión sub-acuática, bautizada Bar Mar, que permite enlazar Barcelona y Marsella mediante una cañería submarina de 360 km diseñada básicamente para transportar hidrógeno verde entre el año 2027 o 2028 y el inicio del próximo decenio. La idea de conectar los puertos de Barcelona y Marsella ya fue defendida por el pionero y responsable del despligue inicial del gas natural en España, Pere Duran Farell, quien en los años setenta planteó la conexión entre las regasificadoras de estas ciudades para convertirse en un polo de distribución de energía en el Mediterraneo occidental, anticipando de nuevo una inversión necesaria a futuro. Por ahora todavía embrionaria, hace falta cuidarla y hacer posible, entre todos, que vea la luz en un futuro próximo y no caiga en el olvido, como otras iniciativas que no pasaron de ser una genial idea, ya sea por falta de voluntad política o por intereses partidistas.

En este sentido, toma especial relevancia el anuncio hecho por los gobiernos de España, Francia y Portugal para desbloquear la interconexión energética entre el sistema ibérico y el resto de Europa, pensando que, en paralelo, en la cañería se instalará un emisario submarino para el transporte de energía eléctrica de fuentes renovables. Adicionalmente destaca la propuesta de la mejora de la conexión francesa por el golfo de Vizcaya, pero también ejecutar los 162 kilómetros que quedan para completar la conexión energética entre España (Zamora) y Portugal (Celourico da Beira). El objetivo de estas actuaciones es pasar de una capacidad de intercambio entre el Mercado Ibérico de la Electricidad (Mibel) y el sistema francés de 2.800 MW a 5.000 MW, mejorando sustancialemente el aislamiento crónico del sistema ibérico y por lo tanto la seguridad y la independencia de la infraestructura energética comunitaria. 

Catalunya y Barcelona se pueden convertir en un punto neurálgico en la nueva estructura energética europea y configurarse como un hub para la producción y la distribución de hidrógeno verde debido al potencial geoestratégico de la cuenca mediterránea y el corredor del Ebro para producir energías renovables con un coste más reducido respecto de otros países del norte de Europa, pero también gracias a la salida natural al mediterráneo que representa el puerto de Barcelona. 

En contrapartida, y especialmente en el caso de Catalunya, hay que hacer un esfuerzo por evitar la falta de políticas unificadas derive en una serie de trabas administrativas, que pueden eternizar la obtención de las autorizaciones y los permisos exigibles, en comparación con otras regiones donde se aplica la vía del fast track para este tipo de iniciativas, creando un desequilibrio territorial incomprensible para el desarrollo social y empresarial.

Ante un proyecto de esta envergadua haría falta que todos los agentes políticos sin excepción, pero también los económicos y sociales y las asociaciones de empresas del sector, pudieran ser partíciples de decisiones que marcarán el futuro del mix energético de nuestro país, además de la supervivencia y la competitividad de varios sectores como el químico, el metalúrgico, el del cemento, la automoción o el transporte terrestre y marítimo, entre muchos otros. 

Aunque la ejecución de esta iniciativa depende todavía de muchos factores técnicos, ambientales y económicos, hará falta un compromiso sólido de todas las partes, además del establecimiento de alianzas estratégicas para hacer que los vínculos y los compromisos a escala europea no presenten ningun tipo de fisuras, como tampoco las tienen que presentar las instituciones a escala local y supramunicipal, con el fin de alcanzar un máximo grado de acuerdo, mediante el entendimiento común, con el objeto de poder desarrollar esta infraestructura innovadora, estratégica y de interés comunitario, pero también de país.

O eso o podríamos perder la corriente...